Soy de formación afrancesada hasta la médula, así que me interesa todo aquello que tenga relación con la cultura gabacha, desde los poemas de François Villon al teatro de Molière, de los cuentos de Maupaussant a Marcel Camus, pasando por la música de Claude Debussy, las aventuras de Fantômas, las canciones de Yves Montand, el cine de François Truffaut, la cassoulet de canard, la Veuve Clicquot, la mantequilla salada, Audrey Tautou o el paroxismo de Brigitte Bardot (la de antes, por supuesto) susurrando con voz de haberse pasado con el borgoña peleón (que los hay) aquello de Harley Davidson. ¡Qué lástima de mujer! En fin, no hay cultura perfecta, et je suis aussi complètement imparfait.
Hace unos días se le concedió el Premio Nobel de Literatura a Patrick Modiano, un veterano que tiene en su haber todos los premios de las letras francesas habidos y por haber. A modo de felicitación y homenaje escribí en mi muro del facebook que la primera novela que leí de él fue Los bulevares periféricos, pero ahora recuerdo que fue mi amiga Lucía Pérez-García Oliver al regalarme El rincón de los niños un par de años más tarde quién hizo que me cautivara.
No sólo me alegra el premio a Modiano por el reconocimiento a su calidad literaria, por haber hecho de la búsqueda del yo y la reflexión histórica los ejes de su narrativa, por ambientar sus novelas en París, sino también porque considero que el premio podría tener algo de reconocimiento colectivo, al menos es lo que me gustaría a mí y por eso lo escribo en este blog. Me gustaría imaginar que la Academia Sueca ha reconocido en el autor de Dora Bruder a todo un grupo de estupendos y renovadores escritores franceses, no siempre leídos pero sí muy plagiados, que empezaron a publicar a finales de los años setenta y fueron continuadores del camino iniciado por el nouveau roman con Alain Robbe-Grillet, Michel Butor, Margarite Duras o Raymond Queneau . Me refiero a Modiano, por supuesto, pero también a Pascal Quignard, Pierre Michon y a los declarados nouveau nouveau roman como Jean Echenoz y Jean-Philippe Toussaint. En estos tiempos de abundantes novelas infumables y (a)premiadas pocas veces se reconoce que hay otra manera de narrar, otras historias que contar. Por eso me alegra la concesión de este Premio Nobel de Literatura. Vaya que sí.
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