Hace un par de meses llegaba a las librerías, a la vez en edición catalana y castellana, Jo confesso, la última novela de Jaume Cabré tras el éxito internacional alcanzado por Les veus del Pamano. He de confesar que me ha sorprendido su lanzamiento y el impacto mediático que ha tenido, incluyendo la doble página que le ha dedicado Babelia, el suplemento cultural de El País, especialmente por tratarse de una novela escrita y editada en catalán, aunque bien es cierto que la edición castellana ha corrido a cargo de Espasa Calpe. Me consta que el libro se está vendiendo muy bien, que funciona el boca a boca, y ello hace que ya se hayan agotado unas cuantas ediciones.
Jo confesso ha sido mi primera aventura lectora con Jaume Cabré. Confieso, nunca ha venido mejor una redundancia, que a pesar de las recomendaciones de propios y extraños manifestaba cierta pereza para acercarme a este autor. Y la verdad es que, aún hoy, por más vueltas que le dé, sigo sin encontrar ninguna justificación convincente a esta pereza. Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Desde hace unos días, y tras la apasionante experiencia confesional que he vivido, estoy atrapado por su anterior novela, todo un éxito editorial en Alemania.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una novela como con Jo confesso. Adentrarse en sus páginas ha sido una experiencia apasionante. Es una novela de novelas. Un juego literario y metaliterario, reflexivo, que hace gala de aquel ideal humanístico de enseñar divirtiendo. Su autor, según me han comentado, tardó ocho años en su gestación y ello se nota. Configurar un minucioso engranaje capaz de conducir al lector por sus más de mil páginas sin que jamás se caiga de las manos requiere tiempo. Es posible que algunos exigentes acusen a Cabré de tender trampas artificiosas al lector, pero qué autor no las tiende. Una trampa no deja de ser un prodigio y esta novela está llena de ellos, unos esperados y otros inesperados, pero siempre al servicio de la narración como también lo están los cambios de persona verbal, la combinación de monólogo interior y narrador omnisciente en tercera persona, los saltos en el tiempo y en las tramas dentro de un mismo párrafo.
Jo confesso tiene mucho de Cervantes, Dickens, Proust, Joyce y Musil, pero también de guión cinematográfico bien escaletado, de folletín y de tebeo. Cabré es un auténtico mago encajando historias aunque sean lejanas en el tiempo – la novela abarca más de 500 años-. De esta forma crea un calidoscopio unitario, un palimpsesto en el que se superponen diferentes tramas. Y digo palimpsesto porque, en mi opinión, la parte de la novela así denominada en la que se entrelaza la persecución de los judíos del call de Girona en el siglo XV y el exterminio de miles de personas en los hornos de Auswitch me parece magistral.
Y del contingente al contenido. Jo confesso es el relato introspectivo de su protagonista, Adrià Ardèvol. Su confesión a una persona de la que no vamos a revelar su identidad. Su infancia, su adolescencia, su madurez… Su complejo de culpabilidad, la falta de afecto maternal, la muerte del padre, sus amores y desamores, sus quimeras. Una historia de personajes –inolvidables Bernat y la LolaXica-, de objetos como testigos de la memoria, de corrientes filosóficas, de libros. También es la historia de un violín, un Storioni, y las vidas de sus diferentes propietarios. Un alarde narrativo que recuerda Mara, la poética novela del alemán Wolf Wondratschek. Pero sobretodo Jo confesso es la historia de Europa. El Viejo continente como pretexto y contexto, con permiso de Lars von Trier. De Barcelona a Roma, de Occitania a Croacia deteniéndose en Tübingen, París y Bruselas. Desde la persecución de los judíos catalanes a los campos de exterminio en Polonia; desde el Vaticano a los partisanos de los Balcanes sin olvidar el franquismo y la Resistencia francesa. Todo está compendiado en esta novela. Un libro que pretender ser la historia del Mal, sus tipologías y prácticas institucionalizadas a lo largo de los siglos. Esta es la reflexión a la que Jaume Cabré aboca al lector. El mal en un sentido amplio, como concepto y precepto. El mal que ha recorrido y recorre Europa y el mundo de mano de la intolerancia de la Iglesia Católica, el fanatismo del Islam y el totalitarismo del nazismo. Un mal omnímodo que ha convivido y convive inexplicablemente con la belleza.
Resulta paradigmático comprobar como ahora que la crisis económica y el eje París- Berlín hacen peligrar la Unión Europea, Jaume Cabré, desde su propio microcosmos local nos insta a reflexionar sobre un pasado, un destino y un compromiso común para todos los europeos. Somos Europa.
(Publicado en el nº 144 de 360gradospress.com. Diciembre 2011)
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