El pasado día 20 de abril el Consejo de Ministros aprobó una subida de las tasas universitarias que podría suponer un incremento de los costes por cada curso de estudios superiores de hasta el 50%. Se justificó alegando medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo. Pasando a cifras, y según los casos en las diferentes comunidades autónomas, el estudiante que llegue por primera vez a la universidad el curso 2012-2013 podría pagar hasta 540 euros más en el coste de la matrícula que lo que ha pagado un alumno de sus mismas condiciones en el actual curso académico. Además, se incrementarán las penalizaciones a los repetidores que, también según los casos, podrían llegar a asumir el 100% del coste de una plaza, situada entre 5.000 y 7.000 euros. Lo más flagrante es que esta subida llega en un momento en que se han recortado las becas en un 11% en los nuevos presupuestos.
No voy a entrar en el tan manido fracaso estudiantil, ni en la falta de recursos de la universidad, ni en la calidad de la enseñanza. Eso lo dejo para otra ocasión. Me ciño a una subida de tasas y a un recorte presupuestario que echan a patadas de la educación superior a los estudiantes con menos recursos. Evidentemente todos debemos contribuir al mantenimiento de los servicios públicos -soy el primero que lo defiendo y quiero- , pero hay que ser equitativos. En este país ha costado mucho llegar a conseguir una enseñanza universal, pero visto lo visto tener estudios universitarios va ser sólo cosa de ricos. Una familia de clase media, cada día más empobrecida y con menos nivel adquisitivo, no va a poder enviar a sus hijos a la universidad salvo que hagan sacrificios sobrehumanos imposibles. Las familias con la mayoría de sus miembros en el paro y sin posibilidades de encontrar un empleo ni siquiera van a tener derecho al pan y al agua. Se les excluye socialmente sin posibilidades de superación en el futuro para sus hijos a los que se les arroja a la miseria social y cultural más despiadada. Pobre eres y pobre serás en lo económico, en lo cultural, en lo social. Los hijos de los ricos serán cultos, al menos si aprovechan su acceso a la educación superior, y los hijos de los pobres serán iletrados, analfabetos, poco cualificados y sin posibilidades, salvo que venga el hada de los cuentos o los juegos de azar les permitan lo contrario. No pinto un panorama dickensiano de los que tanto me me gustan, estos dramas ya se viven.
Durante el franquismo, muchos hijos de trabajadores pudimos acceder a estudios superiores gracias a los esfuerzos de nuestros padres que vieron en la formación un vehículo de superación social y una manera de ofrecer a sus vástagos un mundo mejor. A ello contribuyó un sistema de ayudas que hoy puede parecer alucinante. Universidades laborales, acceso a la enseñanza superior por beca elevaron considerablemente la tasa de doctores, licenciados y graduados españoles. Toda una generación preparada y competitiva que hizo posible los avances de este país en democracia. Más de un político hoy en ejercicio no habría llegado donde ha llegado sino no hubiera sido porque se le facilitó el acceso a la enseñanza superior en unos momentos difíciles y complicados. Pero tenemos unos gobernantes desmemoriados o, en algunos casos, que obran con desconocimiento de causa porque ellos pertenecían a familias acomodadas y ese era el problema de los hijos de la mujer -no señora- que fregaba el suelo en sus casas y que, además, era del bando de los había perdido la guerra. Las cuestiones históricas siempre son sociales.
Liquidar el acceso a la universalidad pública por cuestiones económicas es retroceder cien años y condenar a toda una generación de jóvenes a la miseria, más en unos momentos en los que la formación es más necesaria que nunca para poder ser competitivos. Digo miseria de una generación de jóvenes porque sin formación, sin trabajo y sin posibilidad de conseguirlo, sin superación, sin poder acceder a una vivienda, estamos liquidando el futuro de este país. Ya no habló de aquella estupidez de generación “nini”, sino de los nuevos Oliver Twist sin futuro y sin cultura. Claro que recortes son recortes, y siempre tiene que pagarlo la clase media. Digo.
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