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ESCUCHEMOS LA MÚSICA


El pasado 19 de octubre comenzó el abono Otoño 2012 del Palau de la Música de Valencia con un concierto de la Orquesta de Valencia (OV), tras haber anulado la soprano Isabel Rey su recital por enfermedad. Un inicio brillante y novedoso, valga la dualidad, al elegirse dos obras del siglo XX. Una de ellas, Concierto fantasía para dos timbaleros y orquesta de Phillip Glass, era estreno en España. Una obra única en la que este instrumento es tratado como solista y en la que disfrutamos con Javier Eguillor junto a su maestro, el francés Julien Bourgeois. Una semana más tarde la OV volvió a revalidar el éxito, esta vez con la Sinfonía en tres movimientos de Igor Stravinski, unas canciones orquestadas de Franz Schubert para las que se contó con la mezzosoprano austriaca Angelika Kirchschlager, y la Sinfonía nº 40 de Mozart. Ambos conciertos estuvo Yaron Traub, director titular, en el podio. Brilló Stravinski. La OV interpretará esta temporada varias obras más del compositor ruso con motivo del centenario del estreno de La Consagración de la Primavera.


Este buen inicio de la temporada en el Palau de la Música es una muestra evidente del buen momento artístico que vive la OV, protagonista indiscutible del abono de otoño con siete conciertos de un total de nueve. La formación valenciana interpretará en las próximas semanas obras de Copland, Bernstein, Villalobos, Rimski-Korsakov, Shostakóvich, Strauss o Debussy, entre otros, y acompañará a la mezzosoprano Waltraud Meier y a la contralto Nathalie Stutzman, que a su vez dirigirá la orquesta. El abono se completará con la visita de New London Consort con The Fairy Queen de Henry Purcell y el Ensemble Matheus con El Mesías haendeliano.


Lejos de la vanagloria, de la que soy poco amigo, he de reconocer que la temporada de conciertos del Palau se afronta con optimismo y honestidad. No me gusta el término modestia cuando mandan las estrecheces económicas. No utilicemos eufemismos. Al pan pan y al vino vino. Esto es lo que hay. La dirección ha confeccionado el mejor cesto posible con los mejores mimbres que dispone, y estos son los de casa; es decir, la OV. Pragmatismo sin estar reñido con la calidad artística. La OV ha demostrado con creces valía a lo largo de su larga trayectoria y, además, actualmente vive un dulce momento. Desgraciadamente nos acordamos poco de ella. El problema es que somos poco dados a valorar lo de casa, un vicio provinciano que descansa en el vacío. Una pose sin fundamento que impide racionalizar ¿Por qué se ha denostado tantas veces a la OV y se ha ensalzado a grandes orquestas foráneas con una pésima calidad artística sólo por el mero hecho de ser de fuera? Cosas de la estulticia, y no propiamente erasmiana. Ya sabéis aquello del cuento del traje nuevo del emperador, todos lo glosaban cuando en realidad iba desnudo. En música pasa un poco lo mismo. No se escucha. Se está en la sala físicamente, se asiste a la actuación de tal o cual orquesta, de tal o cual solista, pero no se escucha la música. Así, se alaba por referencia y a destiempo la interpretación cuando la desnudez es evidente. Esto mismo pasa en pintura o en literatura. Ni se ve ni se lee ¿Cuántos se ponen delante de un cuadro, lo alaban, pero no ven nada? ¿Cuántos hablan con vehemencia de libros de los que sólo han leído las solapas?


Hay que escuchar a la OV. Disfrutemos con ella. Racionalicemos. Esto nos vale también para otras muchas formaciones locales a las que ni siquiera hacemos caso. Cambiemos la actitud y crezcamos en valores, no en marketing. Pero sobre todo escuchemos la música. En estos tiempos de desanimo que corren, hace falta volver al arte para separarse de la realidad mundana y, como diría Goethe, elevar el espíritu. La OV nos lo brinda. Digo.



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