El 7 de febrero de 1812 nacía en Portsmouth, Inglaterra, Charles Dickens, sin duda uno de los novelistas británicos más queridos de todos los tiempos. Para celebrar este bicentenario se han organizado en todo el mundo numerosos actos, exposiciones, reediciones de libros y nuevas adaptaciones cinematográficas de sus novelas más conocidas. En el Museo de Londres y hasta el próximo 10 de junio se puede visitar la exposición Dickens and London. La BBC ha producido la nueva adaptación cinematográfica de Grandes esperanzas, el libro favorito de los ingleses según The Guardian, dirigida por Mike Newell (Cuatro bodas y un funeral) e interpretada por Helena Bonham Carter y Ralph Fiennes. Las aplicaciones para iPghone e iPad no se quedan a la zaga y también se han apuntado a la celebración dickensiana. Tecnología y mercado mandan. Hace unas semanas se presentó Dark London, un recorrido por los bajos fondos londinenses que tan magistralmente describió Dickens en sus libros.
Sumándose al año Dickens han aparecido en nuestro país nuevas ediciones en bolsillo de Los documentos póstumos del Club Pickwick y David Copperfield, ambas novelas publicadas en Austral. Alba Editorial, por su parte, ha reeditado La pequeña Dorrit y Espasa, Nuestro amigo común y Cuentos de Navidad.
Y hasta aquí la agenda conmemorativa. Pasamos a la reflexión. La verdad es que se está hablando mucho del Dickens literario, pero muy poco del Dickens social, más con la coyuntura que nos ocupa y que hace que estén de rabiosa actualidad varios argumentos de sus novelas. Celebramos el año Dickens en medio de una de las crisis económicas más duras y complejas que conocemos. Coincidencias de la vida. Como nosotros, Dickens vivió una época de profundas transformaciones sociales resultado doloroso e injusto del capitalismo y la industrialización que se cebaron en las clases más desfavorecidas ¿Hay diferencias con la actualidad? Sinceramente pienso que no. En el fondo son épocas parejas. Pero continuemos.
Si no se comenta el Dickens social, menos se habla de un coetáneo suyo, gran admirador de sus novelas. Un pensador que inspirándose en la misma sociedad y en su estructura de clases fue capaz de componer uno de los tratados sobre la historia del pensamiento económico más revolucionarios de la historia de la Humanidad, sentando las bases para acabar con la desigualdad y la injusticia. Me refiero a Karl Marx. Amigos, aún hoy hablar de Marx levanta ampollas incluso en la izquierda. ¡Qué mundo!
El autor de El Capital y Dickens vivieron el mismo Londres y reflexionaron sobre la misma sociedad buscando soluciones cada uno a su manera. Marx se instaló en Londres en 1849, el mismo año que el novelista publicó David Copperfield. Los años de gestación de El Capital fueron los mismos de Tiempos difíciles, La pequeña Dorrit o Grandes Esperanzas. El primer libro de El Capital se empezó a publicar en 1867, a la vez que El guardavía dickensiano.
Marx y Dickens tienen mucho en común, más de lo que pensamos, tanto en el continente y como en el contenido. Como dijo George Bernard Shaw, las relaciones entre ambos son múltiples, aunque mientras Marx se sentía revolucionario Dickens no sabía cuál era su papel más allá de lo literario. Ambos reflexionaron sobre las diferencias sociales y lanzaron desde diferentes perspectivas sus críticas al sistema capitalista en unos tiempos decimonónicos convulsos y difíciles. Y cambió la interpretación del mundo. Con la crisis actual, los recortes y dramas sociales que vivimos, con este neocapitalismo salvaje que nos envuelve, a falta de nuevas voces que nos expliquen lo que pasa, Marx y Dickens siguen estando vigentes, se empeñe quién se empeñe en ver lo contrario. Ampliemos la dimensión dickensiana, por favor. Tomemos conciencia de lo que pasa y corrijamos las desigualdades por un mundo mejor.
(Publicado en 360gradospress nº 149. http://360gradospress.com/)
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