He disfrutado mucho con Carmina o revienta, la ópera prima de Paco León. Una mezcla del John Waters de Pink Flamingos, del Ettore Scola de Brutti, sporchi e cattivi, del Almodóvar de ¡Qué he hecho para merecer esto!, del Buñuel de la etapa mexicana, de la novela picaresca del Siglo de Oro y del Valle-Inclán de los esperpentos. Humor a raudales, ternura y mala leche para realizar un retrato inconmensurable de la madre hispánica. Una madre coraje más cerca de la Escarlata O'Hara de Lo que el viento se llevo que de la de Bertolt Brecht. Terenci Moix ya nos hizo esta comparación en su novela El dia que va morir Marilyn. Paco León tampoco olvida el juego de palabras en el título, rindiendo homenaje a las memorias del Lute, y a la delirante actualización del robo de jamones de Morena Clara, pero sin Imperio Argentina y Miguel Ligero. Muchas influencias y originalidad por los cuatro costados. Estamos, sin duda, ante una de los mejores filmes españoles del año.
La película de Paco León me ha llevado a un triple reflexión. Más bien diría aseveraciones y alguna que otra pregunta sin respuesta. La primera es que en el cine no hay nada pequeño. Por muy mínima que sea una producción, si está hecha con talento y oficio se convierte en algo grandioso. Carmina o revienta no pasa de 70 minutos, actores casi todos no profesionales, un presupuesto reducido, y la generosidad de los amigos para sacar el proyecto adelante y llegar a buen puerto. De ejemplos similares está llena la historia del cine: Tesis de Amenábar, El mariachi de Robert Rodríguez, Los cuatrocientos golpes de Truffaut...
La segunda aseveración viene dada por el éxito de su polémica distribución con estrenos simultáneos en salas, internet, dvd y canales de pago, con una promoción muy bien hecha en las redes sociales. Paco León ha sabido tomarle el pulso a los nuevos tiempos. Ya veremos si actúa de la misma manera con una producción más grande. De momento, lo dejamos aquí que el tiempo ya dirá.
La utilización exhaustiva de estos nuevos canales de distribución me llevan a la tercera reflexión, esta vez aseveración con pregunta implícita: ¿ hasta la triste agonía de las salas cinematográficas? Es evidente que estamos en crisis, que hay crisis de consumo, pero desde hace años arrastramos una crisis de espectadores sin parangón. El respetable no va al cine, y obviamente las salas están vacías, lo que ha conducido al cierre de muchas de ellas. El pato, o la cabra como en Carmina o revienta, se la lleva el cine europeo y de autor. Una pena.
Las salas cinematrográficas se están muriendo solas encerradas en un misero callejón sin salida. Socialmente ya no son lo que eran, y aquel negocio boyante de los seat fields que se inventaron los norteamericanos está totalmente perdido. Las salas se mueren y no vamos a poder evitarlo. Con ellas se desaparece una forma de consumir cine, pero no el cine. Nostalgias de Cinema Paradiso aparte, debemos admitir que estamos ante una etapa más de constante evolución de la exhibición cinematográfica. Dadle un vistazo a como ha sido ésta desde el barracón de feria, pasando por el sonoro, el Cinemascope, el Cinerama, el Sensorround, el 3D, el Imax... Ahora estamos con nuevos soportes y nuevas formas que pasan por el ya no tan nuevo electrodoméstico llamado ordenador. Pero para que estos nuevos sistema de exhibición puedan sobrevivir, para que las nuevas formas del cine se mantengan, no tiene que existir la piratería. Sé que hay mucho que aprender de Carmina Barrios para tirar hacia adelante en estos tiempos de crisis, pero, por favor, pagar la descarga cuando veais la película. Sólo así podrán seguir adelante algunos profesionales del cine y del audiovisual, aunque sean pocos. Sé que lo haréis. Gracias.
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