Obama se está preparando para intervenir militarmente en Siria sin el aval de la ONU como castigo por el uso de armas químicas por parte de los seguidores de Bachar el Asad, y para ello busca el apoyo de sus principales aliados europeos, Turquía y algunos países árabes. Rusia, al frente de su grupo, pide prudencia y de vez en cuando anuncia graves consecuencias. Mientras, y desde que comenzó el conflicto, van más de 100.000 muertos. La masacre parece no tener fin. El suelo sirio va camino de convertirse en el campo de batalla de las grandes potencias. ¿No lo era ya con la venta de armamento? Una situación que se ha venido repitiendo incansablemente a los largo de la Historia. Ahora el toca el turno a los seguidores de Bachar el Asad frente a rebeldes; a los musulmanes contra cristianos; a EE.UU., EU y sus aliados por un lado , y a Rusia, China, Irán, Hezbolá por otro. Pero siempre a pagarlo los más desfavorecidos, los sin nombre, los que siempre pierden.
¿Por qué se tarda tanto en reaccionar, y siempre de forma destructora? En la pasividad internacional anida la evidencia del interés. Dos años de inmovilidad para incrementar la nómina de muertos, desplazados, personas sin hogar, ciudades destruidas, campos minados... Dos años para elevar el dolor. Banalidad del mal, como apuntaría Hannah Arendt. Duele Siria. Me da asco la pasividad de nuestros políticos internacionales ante un conflicto en el que, como siempre, se prefiere la muerte de miles de personas a intentar buscar una solución en el diálogo. Una guerra, esté donde esté , es problema de todos. No se puede escurrir el bulto. Como Erasmo, me reafirmo en el irenismo.
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