Hoy, 24 de noviembre, vuelvo a este diario tras dos meses de inactividad. Lo hago en un día especial, porque hoy se cumplen trescientos años del nacimiento de Laurence Sterne, autor de la más moderna, vanguardista y descacharrante novela de las novelas después del Quijote, Tristam Shandy.
La prensa hispana no se ha hecho eco de la efemérides, normal al tratarse de una gloria británica poco leída y conocida a esta parte de Europa. Sólo Javier Marías se ha acordado de Sterne en El País Semanal, no podía ser de otra manera dada su anglofilia manifiesta. En su artículo, Marías recuerda cuando tradujo algunos de sus textos y comenta la influencia que tuvo en James Joyce y tiene en Enrique Vila-Matas, otro sterniano confeso capaz de escribir Historia abreviada de la literatura portátil a mayor gloria de la socarrona conspiración shandy o sociedad secreta de los portátiles.
Aquí va mi pequeño homenaje a Sterne en su tercer centenario por haberme hecho tan feliz leyendo sus obras. He buscado el Tristam Shandy y lo he abierto. EL azar me ha llevado a la página 366: "Lo siento, pero había prometido un capítulo sobre los bigotes, aunque reconozca que es una de las promesas más irreflexivas que puede ocurrírsele a nadie. ¡Un capítulo sobre bigotes! ¡Ay! La gente no lo aguantará -la gente es delicada- pero, aunque no supiera de que material estaba hecho, ni hubiera visto jamás el fragmento que viene a continuación y, como por otra parte, tan seguro que igual que las narices son sólo narices, los bigotes sólo son bigotes ( diga la gente lo que quiera) y con esa seguridad habré de navegar a través de este peligroso capítulo". Delirante Sterne, con permiso de Groucho Marx.
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