Han pasado las elecciones y se multiplican las incógnitas. Mientras se ha configurado un Parlamento Europeo en el que mayoritariamente no se cree en Europa, en nuestro país ha caído el bipartidismo y se asiste al auge de los partidos minoritarios. Independientemente de las lecturas que cada uno se haga, dos cuestiones son obvias: la preocupante situación europea dominada por la extrema derecha y el giro a la izquierda de la población española. Tras los resultados electorales hay que ponerse a trabajar ya. Las elecciones generales, municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina y todo indica que se han acabado, por fin, las mayorías absolutas. Si se cumplen las previsiones, dentro de un año y medio gobernará la izquierda en nuestro país. No hay tiempo que perder. Es momento de reflexión, de diálogo, de iniciativas y de pactos. Un partido ya no puede pensar solo en su aparato. Urgentemente debe dar respuestas a lo que demanda la sociedad y debe entenderse con otras formaciones que luchan por lo mismo. En nuestro país los partidos de izquierda están condenados a entenderse, si quieren realmente que haya un cambio. Pero no olvidemos el peligro: a pesar estar hundido el PP, la fragmentación de la izquierda, si no hay pactos, podría conducir a los populares a La Moncloa una vez más y con poquísimos votos. Si no queremos que esto ocurra, los partidos de izquierda deben reflexionar sobre sí mismos sin dilación. Tienen que trazar una hoja de ruta y entenderse entre ellos, pero siempre pensando que son opción de gobierno. Hay que dejarse ya de cómodas posturas de oposición, olvidar milongas y pensar en gobernar. No olvidemos a lo que ha conducido la abstención y el discurso populista en Francia.
Estos días he leído una serie de artículos relacionados con la Generación del 14 , cosas de los centenarios. Dicha generación se movió en un contexto histórico que podría guardar ciertas similitudes con el actual, no lo niego, pero hasta ahora, al menos que yo sepa y en nuestro país, no ha aparecido ningún Ortega y Gasset capaz de aplicar sus conocimientos filosóficos a la búsqueda de soluciones. La corrupción todo lo impregna, los políticos están desprestigiados, la falta de recursos, la pobreza, el desconcierto, el desánimo y el pesimismo de la población campan a sus anchas, mientras las actitudes populistas, xenófobas y fascistas proliferan. ¿Dónde están los intelectuales? ¿Dónde está el debate intelectual en la sociedad? ¿Dónde está la sociedad civil? ¿Dónde está el compromiso para cambiar las cosas? Voceros no faltan en los medios de comunicación y en las redes sociales, pero faltan los intelectuales. El concepto orteguiano del hombre masa está vigente y tardará en supera
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