Han pasado las elecciones y se multiplican las incógnitas. Mientras se ha configurado un Parlamento Europeo en el que mayoritariamente no se cree en Europa, en nuestro país ha caído el bipartidismo y se asiste al auge de los partidos minoritarios. Independientemente de las lecturas que cada uno se haga, dos cuestiones son obvias: la preocupante situación europea dominada por la extrema derecha y el giro a la izquierda de la población española. Tras los resultados electorales hay que ponerse a trabajar ya. Las elecciones generales, municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina y todo indica que se han acabado, por fin, las mayorías absolutas. Si se cumplen las previsiones, dentro de un año y medio gobernará la izquierda en nuestro país. No hay tiempo que perder. Es momento de reflexión, de diálogo, de iniciativas y de pactos. Un partido ya no puede pensar solo en su aparato. Urgentemente debe dar respuestas a lo que demanda la sociedad y debe entenderse con otras formaciones que luchan por lo mismo. En nuestro país los partidos de izquierda están condenados a entenderse, si quieren realmente que haya un cambio. Pero no olvidemos el peligro: a pesar estar hundido el PP, la fragmentación de la izquierda, si no hay pactos, podría conducir a los populares a La Moncloa una vez más y con poquísimos votos. Si no queremos que esto ocurra, los partidos de izquierda deben reflexionar sobre sí mismos sin dilación. Tienen que trazar una hoja de ruta y entenderse entre ellos, pero siempre pensando que son opción de gobierno. Hay que dejarse ya de cómodas posturas de oposición, olvidar milongas y pensar en gobernar. No olvidemos a lo que ha conducido la abstención y el discurso populista en Francia.
Tenia tretze o catorze anys quan vaig descobrir Concha Alós . Descobrir que no llegir, perquè la lectura va vindre molt més tard. En aquells anys del franquisme accedir a un llibre era tota una odissea, sobretot per a un adolescent lletraferit de família treballadora i sense recursos com jo. A la casa dels meus pares no hi havia llibres. Les biblioteques públiques d'aleshores eren pràcticament inexistents i tenien les prestatgeries plenes d'exemplars vells, porgats i polsosos. Comprar-ne era quasi una quimera degut a la nostra complicada economia familiar, però no gens més complicada que la d'altres milers de famílies. Un llibre es comprava si era totalment necessari per a l'escola i si no hi havia més remei, la qual cosa suposava més cigrons i menys carn a la taula. Els diners no prestaven per a tot. Ma mare, amb el seu tarannà de solucionari, sempre trobava una manera d'estalviar-se la compra en forma de parent o veí que acabaven prestant-nos aquell ...
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