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MUCHO HAY QUE CHUPAR

Acaba agosto, acaba el verano. Nunca el camino hacia el otoño había sido tan incierto, por no decir funesto: entrada en vigor de una brutal subida de IVA, retirada de tarjeta sanitaria a los inmigrantes, menos becas y mayor ratio en la escuelas... Suma y sigue hasta casi el infinito.

Lo fastidioso del caso es que con tantos sufrimientos parece que no levantaremos cabeza de inmediato. Al menos por una temporada larga continuaremos dolidos, más pobres y con los problemas corregidos y aumentados. Eso sí, a partir de ahora con un flamante banco malo o sociedad de gestión de activos inmobiliarios para seguir solventándole la vida o la contabilidad, que para el caso es lo mismo, a los causantes de la crisis. Mientras el Gobierno convierte más deuda privada en deuda pública delante de nuestras propias narices.

A partir de ahora la banca podrá corrigir su contablidad, sacar los inmuebles que no le valgan para que los venda otro, y regularizar con un asiento contable lo que antes valía ocho y ahora vale tres. Los españolitos, por nuestra parte, seguiremos sin poder ajustar nuestras cuentas y nos dejaremos apretar el cuello hasta la asfixia por una hipoteca constituida contra un inmueble cuyo valor está ahora por los suelos. Nunca un eufemismo había llegado a tanto, o sí. Todo depende del significado que le demos a la palabra banco y al adjetivo malo. Ya sabéis como se las gasta la polisemia, y que conste que no quiero pecar de desconstructivista.

No soy economista, y por tanto no soy quién para criticar con fundamento la constituición de esta nueva sociedad de gestión de activos inmobiliarios. No obstante, mi condición de ciudadano me da el derecho a expresar mi opinión al respecto, y es lo que hago. Los bancos malos dieron buenos resultados en Alemania y Noruega en un pasado reciente y en otras coyunturas. Ya veremos como nos va por aquí. De momento lo veo como una prueba manifiesta más de desigualdad e insolidaridad financiera con las familias que sufrimos la crisis. Mal vamos cuando se sigue salvando a los bancos a costa del salario de los funcionarios,  la sanidad, la educación, la reducción de la prestación por desempleo, el aumento de los impuestos... Todo a cargo del ciudadano de a pie que, como reza el título del capricho de Goya, mucho hay que chupar. Yo diría que ya no queda nada, salvo la eternidad. Cada vez nos parecemos más a Prometeo con el águila devorándonos el hígado a perpetuidad.

Sabéis lo que os digo, que acabo este post y  me voy a tomar a una cerveza con unos amigos. No creáis que es para celebrar la creación del banco malo en un acto gregario de manifiesta irrespondabilidad y dejar que nos la metan doblada. En absoluto. Es para hablar y plantar cara. Tal vez nos encontremos a Heracles en su camino hacia las Hespérides, espante al águila y nos libere.

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