Sean Scully. Doric. Óleo sobre alumnio. 2011
Hacia tiempo que no disfrutaba tanto en una exposición de arte contemporáneo como con la sugerente y bellísima exposición del irlandés Sean Scully, que aún se puede visitar en el IVAM. Resulta muy enriquecedor encontrarse con este artista y esta obra tan personal después de tanta vacuidad expositiva, de tanto artista en el que hay poco o nada que rascar, chinos incluidos. Y no lo digo sólo por el IVAM, sino por la deriva general que vivimos. El arte es hijo de su tiempo, nunca mejor dicho. Los mismos parámetros que vive la sociedad se manifiestan en el arte contemporáneo. No hay ideas, sólo superficialidades. Sequía, nada, ni siquiera nihilismo. Ni siquiera perplejidad y desconcierto, aunque los críticos y adláteres se empeñen en cargar sus crónicas de cierto halo filosófico que se pierde en las palabras grandilocuentes para componer un discurso sin contenido. Por eso encontrarme con Scully me ha sido tan reconfortante: un artista con ideas, rara avis.
Influenciado por Mondrian, Matisse y Rothko, este pintor y fotógrafo es un maestro de la abstracción y el minimalismo, capaz de dotar a sus obras de una gran expresividad que surge del uso de la geometría, la luz y el color. Con estos elementos, que no son pocos, sus estructucturas seriadas consiguen una atrayente sensación de movimiento a partir de la superposición. Líneas, bandas, bloques son los elementos que utiliza, tratando el color de una manera muy especial, superponiendo capas de diferentes pigmentos que ofrecen transparencia y hacen que se consigan unos tonos únicos, cálidos y de gran profundidad.
Viajero incansable, el viaje es en Scully una búsqueda interior que encuentra en el Mediterráneo un destino. Marruecos y Grecia son algunos de los entornos culturales visitados, vividos, aprehendidos. En el IVAM presenta Doric, una serie de pinturas en las que plantea su personal reflexión sobre la cultura y arquitectura de la Grecia Clásica, en definitiva sobre la Humanidad. Una reflexión que parte de la observación, del estudio del natural que luego se transforma en el estudio. De la vivencia y el apunte en Atenas a la reflexión y materialización en el estudio del artista en Mooseurach, cerca de Munich. De una luz o otra luz. De la emoción del instante al sentimiento que se materializan en geometría y en una paleta cromática muy especial de blancos, grises y negros en la que este último no es la negación del color, sino el color en sí.
"Los espacios entre las columnas son un espacio para el pensamiento, para la luz, para el cuestionamiento y el crecimiento", escribe Scully. Suficiente. Obvio las apostillas.
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