Empezamos el año con múltiples frentes. Al caso Gürtel, al caso Blesa y los ERE de Andalucía -solo por citar unos cuantos- se han sumado la imputación de la Infanta, el futuro de la Monarquía con un rey decrépito, la polémica ley Gallardón sobre el aborto, el independentismo catalán y el caso vasco con motivo de la excarcelación de los presos de ETA tras la anulación de la doctrina Parot. ¡Qué poco se habla ya de los desahucios, del paro, de los jóvenes que emigran, de la pobreza en la viven miles de familias, de los recortes! Es como si nos hubiéramos acostumbrado a todo esto porque nos ha hecho efecto el sedante.
Vivimos en una sociedad del espectáculo, en cuyo circo mediático se escucha de todo, pero sobre todo a voceros que pontifican con estupideces varias. Declaraciones estúpidas que crean alarma social con finalidad partidista para posicionar al votante en las próximas elecciones, aunque parece que esta estrategia no le está siendo muy favorable al PP en cuando a su intención de arrimar el voto a su sardina. ¡Viva el entretenimiento! Nos hemos acostumbrado al guirigay, al insulto catódico, a la opinión sin tener pajotera idea. La necedad campa a sus anchas, y no la Campanario. Las formas del gallinero televisivo de la prensa rosa han saltado a la información política. Se utiliza la misma vehemencia para hablar de Jesulín de Ubrique que de la doctrina Parot, por ejemplo. A veces hasta conviven en un mismo escenario. Paradojas o que, con perdón, se la suda al respetable.
¿Por qué nadie habla del triunfo del Estado de Derecho? ¿Por qué nadie habla de la vulneración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Por qué nadie habla del derecho de los pueblos a decidir sobre su propio futuro? ¿Por qué nadie habla de Democracia? ¿Por qué nadie habla de ciudadanía? Tal vez porque nadie se preocupa en analizar, en informarse e informar, en reflexionar, en explicarse y explicar. Nos da más gusto la emoción descontrolada por encima todo y de todos. Preferimos ser adictos al Diazepán para quitarnos la ansiedad que actuar para resolver el problema. Vivimos el triunfo del ansiolítico en la sociedad del espectáculo para no pensar y que lo arregle el tiempo como sea, aunque nos muramos. Falacias de esclerótico en aras de la pasividad. Hemos creado y vivimos en la "sociedad del ansiolítico". Acuño el término, pero abogo e insto ser ciudadanos. Por favor.
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